jueves, 6 de mayo de 2010

Una lágrima en un álbum de fotos

Esta mañana me ha dado por coger fotos de varias épocas diferentes de mi vida y meterlas en un álbum de fotos desaprovechado hasta el momento. He empezado a clasificarlas por etapas, las de bebé, las de cuando era pequeña en mi casa de la infancia, las de cuando era pequeña en el pueblo o de vacaciones con la abuela, las de unas navidades en casa de mamá, las de mis primeros tiempos aquí en Bcn, las de la boda de mis padres, las de mi madre de soltera, las de mi padre de soltero, las de la mili de mi padre (aquí me he descojonado porque he recordado que cuando era peque, creía que mi padre era militar, ¿te acuerdas Ana?), las de mi comunión, las de la de mi hermana...

En aquella época no existían las cámaras digitales, así que hay fotos horrendas y horripilantes (auténticas por eso), pero en aquellos tiempos las personas las revelaban con ilusión , las miraban una y otra vez, las compartían con sus amigos y allá iban, al álbum de turno o a la caja de las fotos que algún día ordenarán, y ahí pasaban años y años hasta que algún alma nostálgica las rescatase para echar un vistazo al cómo éramos entonces.

Las fotos sirven para capturar momentos inolvidables e irrepetibles, nos sirven de testigo visual de cara al futuro, nos ayudan a recordar. Pero por qué? Para qué? A veces recordar duele, a veces recordar es lo peor que puedes hacer. Hoy no quería recordar, hoy no quería llorar. Yo sólo quería ordenar las fotos.

Las fotos pertenecen a un pasado, son imágenes que nunca se volverán a repetir y como soy una egoísta hay momentos que sí que me gustaría repetir y nunca podré hacerlo. En este momento pienso, ¿por qué la vida es tan cruel? No tiene sentido alguno venir para tener que irse. No tiene sentido venir, querer y marcharse sin más. La vida tiene un lado oscuro, triste y cruel. Tiene rincones que no quiero explorar, rinconces que no quiero ver y que no quiero sentir. Hoy esos rincones me han asaltado sin avisar, me han tocado por la espalda y al girarme me han dado una estocada. No es justo. Hay heridas que aún no están curadas, hay heridas que uno no sabe por qué tardan tanto en cerrar y esos malditos rincones me han vuelto a clavar un puñal en el mismo sitio. Me duele. Me hace daño recordar.

No hay medicinas para curar esas heridas, tan sólo un bálsamo en forma de lágrimas que alivian de alguna manera un dolor en el pecho que ahora mismo me oprime y me hace sentirme como la niña indefensa que algún día fui. Como la niña indefensa que hoy miraba sus fotos y se rindió al dolor mientras caía una lágrima sobre su álbum de fotos.

L.