En algún lugar de la mente se esconde.
Lúgubre. Oscuro. Acechando.
En algún rincón de la mente se oculta. Paciente. En guardia. Acechando.
Se camufla entre pensamientos habituales. Se
acopla a los diferentes grupos haciéndose pasar por un igual. No lo es. Lo sé.
Le vigilo.
Cuando todo el mundo se ha ido y la noche se
cierne. Aparece. Camina descalzo, sin hacer ruido. Sigiloso va buscando el
mejor lugar. Revisa los pensamientos del día siguiente, los lee, estudia los
movimientos y descubre los diferentes puntos débiles. Marca sus blancos con una
cruz negra. Vuelve a esconderse. Sigiloso. Siempre alerta. Observando. Buscando
y hallando con precisión el punto de presión más doloroso.
Espera tranquilo en la oscuridad. Su oportunidad
se aproxima. Lo sabe. Más tarde o más temprano, toda mente comete un error.
El momento llega. Dispara sus dardos
envenenados. Rápido. Discreto. Sutil. Eficaz.
La ponzoña comienza a expandirse poco a poco.
De algo irracional, ilógico va tiñéndose de duda, le ceden espacio y cambia a
sospecha, va ganando fuerza con rapidez. Se convierte en hipótesis a valorar.
Evoluciona a planteamiento veraz y éste a otro, se extiende, se contagia, se apodera de todo cuando hay y justo en ese momento, justo cuando a punto está de verse vencedor...una
gran explosión de luz le ciega. Se retuerce. No ve nada. Dolorido se deja caer
en el suelo. Sangre. Negra. Herido. Huye. Nadie llora.
Volverá.
Alguien respira. Sonríe. Antes lloró. Antes
sufrió. La búsqueda dolió, fue peligrosa. Paciente. Perseverante. Le encontró. Le
siguió. Le cazó. Le hirió. Le venció.
Sé que siempre estará ahí, oculto en las
sombras, acechando en la oscuridad. Le he visto. Sé quién es. Sé cómo
trabaja. Cada vez que lo intente, estaré ahí. Preparada para derrotarlo.
Preparada para ganarle. Cada vez.
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