martes, 4 de marzo de 2014

Cuando todas las luces se apagan

En algún lugar de la mente se esconde. Lúgubre. Oscuro. Acechando.

En algún rincón de la mente se oculta. Paciente. En guardia. Acechando.

Se camufla entre pensamientos habituales. Se acopla a los diferentes grupos haciéndose pasar por un igual. No lo es. Lo sé. Le vigilo.

Cuando todo el mundo se ha ido y la noche se cierne. Aparece. Camina descalzo, sin hacer ruido. Sigiloso va buscando el mejor lugar. Revisa los pensamientos del día siguiente, los lee, estudia los movimientos y descubre los diferentes puntos débiles. Marca sus blancos con una cruz negra. Vuelve a esconderse. Sigiloso. Siempre alerta. Observando. Buscando y hallando con precisión el punto de presión más doloroso.

Espera tranquilo en la oscuridad. Su oportunidad se aproxima. Lo sabe. Más tarde o más temprano, toda mente comete un error.

El momento llega. Dispara sus dardos envenenados. Rápido. Discreto. Sutil. Eficaz.

La ponzoña comienza a expandirse poco a poco. De algo irracional, ilógico va tiñéndose de duda, le ceden espacio y cambia a sospecha, va ganando fuerza con rapidez. Se convierte en hipótesis a valorar. Evoluciona a planteamiento veraz y éste a otro, se extiende, se contagia, se apodera de todo cuando hay y justo en ese momento, justo cuando a punto está de verse vencedor...una gran explosión de luz le ciega. Se retuerce. No ve nada. Dolorido se deja caer en el suelo. Sangre. Negra. Herido. Huye. Nadie llora.

Volverá.

Alguien respira. Sonríe. Antes lloró. Antes sufrió. La búsqueda dolió, fue peligrosa. Paciente. Perseverante. Le encontró. Le siguió. Le cazó. Le hirió. Le venció.

Sé que siempre estará ahí, oculto en las sombras, acechando en la oscuridad. Le he visto. Sé quién es. Sé cómo trabaja. Cada vez que lo intente, estaré ahí. Preparada para derrotarlo. Preparada para ganarle. Cada vez.

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