jueves, 11 de marzo de 2010

Gracias Campanella

Anoche te vi en mis sueños. Nos hablamos, nos reímos y más tarde nos miramos durante largo tiempo. Siempre lo hacemos, permanecemos en silencio, mirándonos a los ojos sin más.

A veces me acerco y tú, tú te alejas. Piensas que deberías acercarte más a mí, pero luego temes que se estropee y decides apartarte. Seguimos mirándonos. Solos tú y yo, y después…la nada.

A veces te acercas y yo, yo me aparto. Pienso que debería quedarme quieta, pero luego reflexiono y decido alejarme. Seguimos mirándonos. Solos tú y yo y después…la nada.

Anoche te volví a encontrar allí, en nuestro rincón secreto. Estabas allí pero no eras físicamente tú; eras otra. Otra que se parecía a ti, pero no tú. Decidí marcharme porque si no eres tú, no quiero probar suerte, no quiero estar allí si no estás tú.

Pasaron 6 días. Fui cada noche, pero no te encontré.

El séptimo día lo pasé preocupado pensando si volvería a encontrarte alguna vez. Me juré que si lo hacía, no volvería a alejarme de ti. Me juré que si lo hacía, no permitiría que te alejases tú.

Oscureció.

Corrí hacia nuestro escondite con la esperanza de encontrarte. No te vi. Recé por primera vez en mi vida para verte aunque sólo fuera una vez más, esperé en vano. Mis plegarias no fueron escuchadas. Ni aquella, ni todas las noches que vinieron después. Nunca volví a verte.

He pasado cada oscuridad de mi vida buscándote, deseando revivir aquellos furtivos momentos en los que sólo estábamos tú y yo, y después…la nada.

L.