lunes, 8 de septiembre de 2014

Mirando el cielo

Es de noche. El cielo hace unas horas de un límpido azul claro, ahora es muy oscuro, muy muy oscuro, parece negro aunque quizá sigue siendo azul, pero azul oscuro, no hay suficiente luz para que podamos apreciar su color, tan sólo podemos ver su oscuridad. Se ve negro y salpicado por infinitos puntitos blancos. 

La calma reina en el ambiente. La noche es plácida, es perfecta, se respira paz. En una tumbona, una mujer abraza en su colo a una personita cuya estatura apenas supera los 70 cm. 

-Mamá, ¿por qué las estrellas no son estrellas? 
-¿Qué quieres decir cielo?
-Que por qué no se parecen a las estrellas que dibujamos en el cole.

La madre mira a su hijo, le sonríe con una ternura infinita y le dice:

-Cariño, porque estamos tan tan lejos de ellas y brillan tanto que no podemos ver su forma real desde aquí. 
-Mamá, pero entonces...¿las estrellas son puntitos? 
-Sí y no, cariño, las estrellas son estrellas, son cuerpos de luz que están el cielo y parecen redondos, pero si cierras un poco los ojitos verás como destellos de luz que salen del centro hacia fuera parecidos a las estrellas del cole.

El niño cierra los ojitos y los vuelve a abrir de par en par, pero no dice nada, algo indica que no está satisfecho con la explicación y sigue con el interrogatorio. 

-Vale mamá, pero ¿si están tan lejos cómo se sabe qué forma tienen de verdad? 

La madre sonríe de nuevo y orgullosa de la pregunta que le hace su pequeño le dice:

-Mira cariño, hay un instrumento que se llama telescopio que permite ver todo aquello que está en el cielo aunque esté muy muy lejos. Hay personas que pueden ver más allá, observar, investigar y estudiar todo lo que hay allí, incluidas las estrellas. 
-Mamá, quiero un telescopio para poder ver las estrellas de verdad. 
-Cariño, no necesitas un telescopio para eso. 
-¿Por qué no? Jo... ¡¡¡Desde aquí sólo veo puntitos!!!
-Cariño, mira otra vez al cielo, ¿qué ves?
-Puntitos, mamá, ¡veo muchísimos puntitos blancos!
-¿Y qué sientes cuando miras esos puntitos?
-Mmmmm...no lo sé...¡pero los quiero coger!

La madre se ríe a carcajada y el niño se queda desconcertado...

-Cielo no las puedes coger. Cuando vuelva papá le pides que te cuente todo lo que sabe del cielo que él sabe mucho de eso. ¿Vale?
-Vale mamá. ¿Y papá lo sabe porque es científico? No cariño, papá es escritor pero él sabe mucho más que yo de Ciencia y te lo podrá explicar mejor que yo. 
-Vale mami. Pues cuando vuelva se lo pregunto. 
-Vale amor, tal vez si te portas bien te comprará un telescopio y te enseñará a usarlo. Ahora bien, quiero contarte un secreto sobre las estrellas. 
-Uau...¡un secreto! ¿y papá lo sabe? 
-Sí cariño, papá también pero es uno de los pocos. Verás, esto es algo que mucha gente no sabe o no recuerda que lo sabe. Las estrellas y nosotros, somos iguales aunque no lo parezca. Cada uno de nosotros cuando nacemos tenemos la misma cantidad de luz que las estrellas y podemos iluminar cualquier lugar por oscuro que esté, tenemos ese superpoder, todos somos estrellas. (El niño expectante absorbe cada palabra que dice su madre). Verás esa luz puede ser cada vez más y más brillante si las personas nos esforzamos por mantenerla encendida siempre y así todo lo que hacemos en la vida se puede llenar de luz. Toda la luz que producimos se va guardando en una pequeño cofre que tenemos dentro y si no dejamos que se apague nunca y la alimentamos como si fuera nuestra mascota cada vez tendremos más y más reservas y cuando nuestra vida aquí se acabe, viajaremos por el universo hasta llegar al cielo y si hemos acumulado muchísima, muchísima, muchísima luz, entonces podremos vivir allí arriba observando el mundo y guiando y cuidando a todas las personas que amamos cuando estábamos aquí abajo. 

El niño no da crédito, y responde: 

-¿en un cofre del tesoro? ¿y dónde lo tengo, mami?
-Sí, mi amor, es exactamente eso, un cofre del tesoro y lo tienes aquí dentro, dentro de esta barriguita tan bonita. 

El niño asombrado sigue escuchando a su mamá. En su boca se dibuja una ''O'' mayúscula pero opta por no emitir sonido alguno. 

-Pero cuidado, porque si no sabemos que tenemos esa luz la podemos perder y eso es muy peligroso porque la vida a oscuras es mucho menos bonita. Tienes que saber que tenemos que estar muy atentos cariño porque a veces parecerá que hemos perdido la luz y si eso ocurre, tendremos que buscar la manera de volver a encenderla y que se mantenga iluminada. Siempre que recuerdes que la luz está ahí dentro guardadita no pasa nada, no te preocupes si a veces no brilla o no brilla igual porque no lo hará constantemente. A veces también tiene que descansar. Por eso no vemos las estrellas cuando es de día, pero siguen estando ahí, sólo están durmiendo y aprovechando para recargar su luz. ¿Lo entiendes mi vida?

El niño orgulloso responde:

-Sí, mamá. Se revuelve, escudriña el cielo y de repente señala al cielo directamente y dice: -Mamá, mira, ¡allí está el abuelo! y...¡¡mira mira!!, ¡¡el bisa está allí al lado!!

martes, 22 de julio de 2014

Necesito recordar

Hoy tomo prestadas las palabras de un sabio. Gracias WW por ayudarme a recordar.

DO NOT LET

Do not let the day end without having grown a bit, without being happy, without having risen your dreams.
Do not let overcome by disappointment.
Do not let anyone you remove the right to express yourself,
which is almost a duty.
Do not forsake the yearning to make your life something special.
Be sure to believe that words and poetry it can change the world.
Whatever happens, our essence is intact.
We are beings full of passion. Life is desert and oasis.
We breakdowns, hurts us, teaches us, makes us protagonists of our own history.
Although the wind blow against the powerful work continues:
You can make a stanza. Never stop dreaming, because in a dream, man is free.
Do not fall into the worst mistakes: the silence.
Most live in a dreadful silence. Do not resign escape.
“Issued by my screams roofs of this world,” says the poet.
Rate the beauty of the simple things.
You can make beautiful poetry on little things, but we can not row against ourselves. That transforms life into hell.
Enjoy the panic that leads you have life ahead. Live intensely, without mediocrity.
Think that you are the future and facing the task with pride and without fear.
Learn from those who can teach you. The experiences of those who preceded us in our “dead poets”, help you walk through life.
Today’s society is us “poets alive”. Do not let life pass you live without that.                                                    
 NO TE DETENGAS
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas…

martes, 15 de julio de 2014

Un pequeño cuento

Había una vez una orilla de un río, en la que sentado en la hierba lloraba un niño que sostenía algo entre sus manos. Hacía días que había llegado allí, no sabía cómo, y no recordaba tampoco cuándo. Sólo sabía que estaba agotado y que desde que llegó no había podido parar de llorar. Ni si quiera cuando dormía. Del cansancio se quedaba dormido con aquel objeto envuelto en una tela entre sus manos y cuando despertaba seguía cansado y con lágrimas en los ojos. Había perdido ya toda noción del tiempo. 

Una tarde escuchó unos pasos de alguien también pequeño cuyos pasos también eran pequeños y cortos y sintió que se sentaba a su lado. Era una niña. Él la miró extrañado y le pidió por favor que se fuera. Ella le miró con dulzura, le sonrió y no se movió del sitio. 

-Por favor, quiero estar solo, ¿puedes marcharte a otro lugar? La orilla es muy grande. Por favor, vete. 

La niña, giró su rostro hacia él y le dijo:

-No. Algo me ha traído hasta aquí, así que aquí es donde quiero y debo estar. 

-Por favor, quiero estar solo. Vete. 

-No. Yo también quiero estar sola. Creo que podemos estar solos en el mismo lugar, ¿no crees?

El niño la miró desconcertado y sin saber por qué aceptó. Había algo en aquella niña que le resultaba familiar. No sabía por qué pero se fiaba de ella. 

Al cabo de un rato, la niña sacó de su pequeño bolsillo un objeto envuelto una tela sucia. Y comenzó a desenvolverlo muy muy despacio. Había algo en ella en aquellas lágrimas lentas y silenciosas que le hacía parecer tranquila y a pesar de verla llorar, su lloro no era desconsolado como el suyo. Él se preguntaba por qué. La observó hacer sin darse cuenta de que cuanto más la miraba más se tranquilizaba él. 

Lentamente sacó un corazón con muchas espinas clavadas y allí con toda la naturalidad del mundo comenzó a sacarlas mientras las lágrimas caían por sus redondas y suaves mejillas pecosas. Pasaron varias horas allí en silencio. Ella arrancaba suavemente cada una de las espinas de aquel corazón y cuando hubo acabado comenzó a coser cada una de las heridas que éstas habían dejado abierto por mil trozos aquel pequeño tesoro. 

Él la observaba, atento a cada detalle, a cada movimiento, a cada lágrima que resbalaba, pues en ningún momento ella había dejado de llorar. Sin embargo, no parecía que estuviese tan rota como él. Qué le habrá pasado se preguntaba. Cómo no está llorando a mares con un corazón tan herido. Él durante todos los días que había pasado allí no había sido capaz si quiera de desenvolver el suyo. Le resultaba demasiado doloroso. Necesitaba estar tranquilo para poder hacerlo y ese momento no había llegado por lo que a él le parecía. 

La niña tardó varios días en terminar de coserlo. En todo ese tiempo no cruzaron una sola palabra, se miraban, y sólo con mirarse parecían hablarse. Compartían ese silencio. Compartían ese lugar. Compartían la orilla de aquel río. Cierto día, el niño se dio cuenta de que desde que ella llegó él cada vez se sentía menos triste y hacía días que ya ni siquiera lloraba. Mientras la veía hacer su trabajo se dio cuenta de que se sentía diferente. Había algo dentro de sí mismo que había recuperado cierta fuerza, cierta valentía. Si no hubiera creído que eso no era posible diría que aquella niña estaba haciendo magia. Pero no, la magia no existía. Él lo sabía desde muy pequeñito. La magia era un invento de los cuentos de hadas y eso pertenecía a la fantasía. 

Cuando la niña hubo terminado de coser, cogió aquel frágil objeto, se levantó y con sumo cuidado se fue acercando al agua, lo sumergió y lo lavó muy despacito. Cuando terminó, le pidió al niño que lo sostuviera durante un instante rompiendo aquel silencio, y las palabras en lugar de entorpecer el momento, entraron como un sonido muy suave, muy dulce, casi como un arrullo. Él posó en sus piernas su propio objeto y con mucho cuidado y mimo sostuvo el corazón que ella le dio. Vio cómo sacaba de su bolsillo un pañuelo blanco, impoluto, lo extendió en el suelo con suavidad, se le acercó y le pidió con un gesto que se lo devolviera. Cogió su pequeño corazoncito, le dio un beso y lo envolvió en el pañuelo con una ternura y un amor infinitos. Una vez lo tuvo bien tapadito, lo acarició con mimo, lo abrazó y se lo dio a él diciéndole:

-Ten, ya está curado; ¿me das el mío, por favor?

El niño se quedó completamente parado. ¿De qué hablaba aquella niña? ¿estaba loca? ¿de dónde había salido? 

-No, no puedo. Éste es el mío y no te lo puedo dar, lo tengo que arreglar y no sé cómo. Tú ya has arreglado el tuyo, quédatelo y déjame solo. No sé quién eres. 

Ella insistió suavemente pero muy firme:

-Ten, ya está curado; ¿me das el mío, por favor?

El niño no daba crédito, la miraba sorprendido y con miedo pero una vez más, algo en su interior le hizo confiar y se vio a si mismo dándole el que él pensaba que era el suyo. En ese momento, algo le pasó por dentro, miró el corazón reparado, envuelto en un pañuelo limpio, impoluto, blanco, puro y se sintió feliz y en paz por primera vez en su vida. Aquel corazón sí era el suyo, la niña tenía razón, cómo pudo haberlo sabido. Cómo era posible que aquel otro tan roto que tenía en el regazo no fuese el suyo sino el de ella. ¿Magia? ¿Había sido un sueño? ¿Se había vuelto loco? Sea como fuere, cuando ella se lo dio, él sintió que le pertenecía. Debía por tanto ser suyo. En ese momento, sin entenderlo miró a la niña, la abrazó con ternura y le preguntó:

-¿Cómo supiste que llevabas un corazón que no era el tuyo? 

Ella le contestó:

-No lo sabía. Sólo seguí una luz que me condujo hasta aquí, al verte aquí, sentado, llorando y con un algo envuelto en un trozo de tela, sentí que tenía que quedarme aquí. Nunca supe que no era el mío hasta que cuando comencé a sacar espinas vi que por cada una que sacaba tú cada vez llorabas menos hasta que dejaste de hacerlo. Cuando lo saqué del río y te miré, ya no vi dolor en tus ojos. Por eso decidí devolvértelo curado y mimado. 
Ahora, por favor, vete tú, déjame sola, necesito hacer lo mismo con el mío. 

El niño la miró y con una resolución infinita de la que ni siquiera se sorprendió, le dijo:

-No, no te lo puedo devolver tal como está. Déjame arreglarlo, quiero hacerlo. He visto cómo lo hacías, creo que he aprendido cómo. Déjame intentarlo, por favor. 

Había tanta verdad en su mirada que la niña le miró, sonrió y asintió. 

jueves, 10 de julio de 2014

Sin respuestas

Pensamientos que a veces surgen en la cabeza y para los que no tengo respuestas...ahí los dejo...a ver si alguien tiene alguna :)

¿Puede estar tu cuerpo a 30 grados y sentir frío en el corazón?

¿Puede equivocarse el alma?

¿Cuándo parte de ti muere, a dónde va? 

¿Cómo se puede mantener la fe cuando sientes que la has perdido?

¿Cómo sabes que puedes encontrar algo que un día perdiste? 

¿Hay lugar para la esperanza?

Estas y otras dudas existenciales recorren en ocasiones las autopistas de mi cerebro.

miércoles, 7 de mayo de 2014

En pie

Y el mundo puede caerse a mi alrededor, pero yo seguiré aquí, en pie, creándolo de nuevo y mejor.

Y la vida podrá darme mil golpes, pero yo seguiré aquí, en pie, soportándolos sin devolverlos.

Y me fallarán las piernas y me caeré en mil momentos, pero yo seguiré aquí, en pie, levantándome de nuevo.

Y podrá mi corazón romperse una y otra vez, pero yo seguiré aquí, en pie, cosiéndolo más fuerte.

Y podrá mi alma sangrar sus lágrimas, pero yo seguiré aquí, en pie, recogiéndolas y aprendiendo.

Y podré perder mil batallas, pero yo seguiré aquí, en pie, luchándolas todas.

Y podré equivocarme infinitas veces, pero yo seguiré aquí, en pie, reconociéndolo y enmendando mis errores.

Y podré sufrir lo indecible, pero yo seguiré aquí, en pie, curándome y empezando de nuevo.

Y podré perder la luz en el camino, pero yo seguiré aquí, en pie, encendiéndola de nuevo.

Y moriré algún día tras haber peleado hasta la última gota de sangre.

Pero yo, yo seguiré aquí, en pie, luchando hasta que ese día llegue.

martes, 4 de marzo de 2014

Cuando todas las luces se apagan

En algún lugar de la mente se esconde. Lúgubre. Oscuro. Acechando.

En algún rincón de la mente se oculta. Paciente. En guardia. Acechando.

Se camufla entre pensamientos habituales. Se acopla a los diferentes grupos haciéndose pasar por un igual. No lo es. Lo sé. Le vigilo.

Cuando todo el mundo se ha ido y la noche se cierne. Aparece. Camina descalzo, sin hacer ruido. Sigiloso va buscando el mejor lugar. Revisa los pensamientos del día siguiente, los lee, estudia los movimientos y descubre los diferentes puntos débiles. Marca sus blancos con una cruz negra. Vuelve a esconderse. Sigiloso. Siempre alerta. Observando. Buscando y hallando con precisión el punto de presión más doloroso.

Espera tranquilo en la oscuridad. Su oportunidad se aproxima. Lo sabe. Más tarde o más temprano, toda mente comete un error.

El momento llega. Dispara sus dardos envenenados. Rápido. Discreto. Sutil. Eficaz.

La ponzoña comienza a expandirse poco a poco. De algo irracional, ilógico va tiñéndose de duda, le ceden espacio y cambia a sospecha, va ganando fuerza con rapidez. Se convierte en hipótesis a valorar. Evoluciona a planteamiento veraz y éste a otro, se extiende, se contagia, se apodera de todo cuando hay y justo en ese momento, justo cuando a punto está de verse vencedor...una gran explosión de luz le ciega. Se retuerce. No ve nada. Dolorido se deja caer en el suelo. Sangre. Negra. Herido. Huye. Nadie llora.

Volverá.

Alguien respira. Sonríe. Antes lloró. Antes sufrió. La búsqueda dolió, fue peligrosa. Paciente. Perseverante. Le encontró. Le siguió. Le cazó. Le hirió. Le venció.

Sé que siempre estará ahí, oculto en las sombras, acechando en la oscuridad. Le he visto. Sé quién es. Sé cómo trabaja. Cada vez que lo intente, estaré ahí. Preparada para derrotarlo. Preparada para ganarle. Cada vez.

jueves, 27 de febrero de 2014

Acantilado

Era como si hubiera vivido ya varias vidas y en cierto modo se hubiera cansado ya de hacerse preguntas. Había conseguido demasiadas respuestas y muchas de ellas no le causaban placer, más bien lo contrario; había alcanzado tanta sabiduría que dejó de creer en la magia. Para él, no existía; en un mundo tan terrible como el que había conocido, no podía haberla, el horror de la guerra, el dolor del corazón, la pérdida de su familia y amigos, la ambición desmedida, el egoísmo, la pereza, la mirada de un niño en ese instante antes de morir, en fin…todo aquello había destrozado para siempre ese frágil órgano, había arrasado con cualquier posibilidad de creer que aún había algo maravilloso en el mundo a pesar de toda esa negrura.

Le había llevado tantos años levantar aquel muro que sin él no podía considerarse a sí mismo. Antaño fue una piedra, más tarde una roca, luego dos, y así sucesivamente, con cada nuevo golpe ganaba altura y consistencia hasta que llegó a construir un acantilado. Aquella era su manera de protegerse de las olas, de la violencia del mar y del viento, de la lluvia, de los rayos y funcionaba ¡caray si funcionaba! según él era lo mejor que había hecho en toda su vida. Mientras él tuviera el control podía vivir más tranquilo, no feliz por supuesto, pero aquello era una utopía para él, simplemente era un término del diccionario en el que obviamente no creía, quizá hubo un tiempo en que sí, pero desde luego ese tiempo había quedado relegado a ese rincón cubierto ahora de polvo, ese rincón en el que las almas perecen hasta que el cuerpo decide irse con ellas.

Había perfeccionado tanto su método, que hasta eso era brillante en él. Aquel inmenso conjunto de rocas tenía incluso belleza, producía una extraña fascinación. Un trabajo de ingeniería excelente desde luego, no parecía construido por el hombre, pero como sí lo era, no había contado con el margen del error humano. Igual que le protegía de lo malo, también le protegía de disfrutar con alegría de la luz del sol, del cielo despejado, de la quietud del mar en calma, del sonido de los pájaros, ése fue el precio que consciente o no estaba pagando. Aquello fue lo que le hizo olvidar que a veces, cualquier humano, por brillante que sea necesita dejar entrar la luz para que su propia luz interna pueda volver a encenderse e iluminar de nuevo su alma.


Cuentan los ancianos del lugar, que hubo una tormenta tan fuerte que el cielo parecía partirse en dos, parecía que el mar cubriría la tierra entera. El ruido de los truenos era ensordecedor, todos creían que se acercaba el fin…incluso él temía por su propia vida, aquella vida que en ocasiones, en la oscuridad, veía ya con indiferencia. Afortunadamente cesó de repente y el cielo que se vio después de aquello todavía llena de esperanza los corazones de la gente, el sol era de un azul maravillosamente dulce, el sol iluminaba calentando lo justo, la brisa soplaba, el mar se calmó y fue uno de los días más bellos que tuvieron la suerte de disfrutar. Aquel día, al volver a su estudio, vio que la tormenta había venido con una misión, justo antes de acostarse, en ese momento conocido como duermevela, descubrió una grieta en su acantilado particular, pudo verla, porque de ella salía un pequeño rayo de luz.