miércoles, 16 de octubre de 2013

Trozos de mi vida

¿Qué hacer mientras esperas la liberación del sueño eterno? 

Hace días que está ingresado en el hospital. La doctora me ha dicho que no se curará y que su enfermedad es terminal. Clara, directa, sin tapujos, este es el mundo real y esta es la peor de sus horas. Gracias, le digo. Lo hago, en realidad le agradezco muchísimo que no me mienta, esto es lo que hay,  respira y aguanta, mantente de pie, me digo, te estás haciendo más fuerte, me ayudo a mantener la calma y a soportar el dolor con toda la entereza que puedo. 

Hoy es el tercer día que estoy aquí, me he comprado una libreta pequeña, como de escuela en la tienda de abajo. He sentido que tenía que hacerlo, que la necesitaba para que me ayude a registrar y gestionar todo lo que llevo dentro, tal vez, algún día, pueda incluso escribir un libro. Al menos esta situación podrá servir de algo, quizá le ayude a alguien a pasar por lo mismo o a prepararse para cuando le pase. 

No puedo hacer nada por él. Me siento impotente. Me siento vacía y triste. Extrañamente tranquila además, no sé supongo que se debe a la resignación. Me pregunto si él es consciente de la situación y si lo es, ¿hasta qué punto? No sé si está asustado, si tiene miedo y si interiormente está asumiendo su estado. La verdad es que creo que no y, sinceramente, prefiero que no lo sea. Quiero creer que no sabe nada y que su máxima preocupación siga siendo la dureza del colchón y de la almohada. 

Prefiero sentir, creer y pensar que está dormido y tranquilo, a pesar de que me ha dicho que está dolorido e incómodo. No quiero ni imaginar que se mostrase asustado y realista. Sería una situación mucho más terrible que la actual.

Mientras le observo no puedo pensar en ello. Me limito a permanecer a su lado, tranquila, serena y, a veces, impertérrita. Llevo años preparándome para este momento y, sin embargo, nunca creí que tuviera que suceder siendo yo tan joven.

Nunca había imaginado estar tan cerca de la muerte y abordarla de esta manera. Sé que está acechando, sé que está aquí y tengo miedo de verle la cara. Miedo de no saber afrontarla y mirarla cuando llegue. Según los médicos...está próxima, así que no me queda mucho para averiguarlo. 

Siento lástima, pena y una tristeza profunda en el alma, un dolor agudo y persistente en el pecho y me deshago en lágrimas. Tengo que evitarlo para seguir manteniendo la farsa. Debe ser la primera vez en la vida que me siento orgullosa de mentir y de mantener una mentira tan gorda que a todas luces es beneficiosa. La farsa mantiene viva su esperanza y mantiene viva mi fachada, supongo que los ojos en ocasiones me delatan, es una suerte que no él no me mire fijamente. Temo que si lo hace descubra el profundo pesar que escondo en el alma. 


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo Laura...puedo imaginar sobre quién van estar palabras. Te propongo un ejercicio: escríbenos ahora en el blog el mejor momento que recuerdas haber pasado con esa persona. El día parece gris, pero seguro que cuando lo escribas te llegará un rayo de sol radiante. :-) ¡Un beso ENORME!

Anónimo dijo...

biquiños desde la parrilla